O sea, agradecimientos. En primer lugar, al equipo (un verdadero equipo) que coordina las actividades extraescolares en nuestro instituto: Constantino, Virginia y María Jesús. Cada uno de ellos hace, por sí solo, una tarea colosal, muy por encima de lo que se les podría pedir en razón de sus respectivos cargos. Este proyecto les debe mucho a los tres, y es de justicia reconocerlo públicamente.
También, cómo no, a Manuela Borrego, mi compañera de expedición. Ella era la única de los dos que daba clase a todo el alumnado del grupo, y eso, junto con su buen hacer y las buenas relaciones que mantiene con sus alumnos, ha sido fundamental para que todo haya ido sobre ruedas durante el viaje.
El alumnado de 1ºA, B, C y D participante en este proyecto no sólo ha mantenido en todo momento una conducta excelente, sino que ha protagonizado de manera activa muchos momentos álgidos del intercambio. Especialmente mis alumnos de Ecología de 1ºA han trabajado durante bastante tiempo en nuestras presentaciones Wetlands y Doñana, así como en el estudio sobre contaminación en San Jerónimo. Ellos son los principales destinatarios de este proyecto, y confío en que obtengan de él vivencias, conocimientos y experiencias que les hagan crecer como personas.
En el lado sueco de la actividad, debo agradecer a todos los profesores de Fenix Kunskapscentrum la excelente acogida que nos han dispensado. No se trata de simple cortesía: en muchas ocasiones hemos comentado Manuela y yo la sensación de calidez que nos acompañaba en el trato con nuestros colegas de Vaggeryd. Si intento citar a todos aquellos profesores que allí tratamos, inevitablemente se me olvidarán nombres, pero no puedo dejar de mencionar algunos. Ingmarie, mi amable hospedadora, con quien estoy en deuda por su generosidad, y con quien espero mantener una relación profesional productiva y enriquecedora en el futuro. Gilberto, profesor de español que nos enseñó sobre Suecia más de lo que podrían enseñarnos todas las guías turísticas publicadas. Ambos están profundamente implicados en este proyecto (y, en cierto modo, sus respectivos cónyuges, je, je) y estoy seguro de que sus aportaciones seguirán enriqueciéndonos.
Y, naturalmente, Ulla. Nunca se me olvidará la risa optimista, contagiosa, con que nos recibió en el aeropuerto de Copenhague, cuando por fin salíamos cansados de un viaje tan accidentado. Esa risa tan cálida y amistosa, tan latina, nos acompañó durante todo el tiempo que pasamos en Suecia, y aún resuena en mis oídos. ¡Qué suerte haberte encontrado, Ulla! Conoces perfectamente las costumbres de los españoles y eso se ha notado en la organización de nuestra estancia allí. Has puesto tus conocimientos, esfuerzo y generosidad al servicio de este proyecto, y te estoy profundamente agradecido por ello. Confío en que estemos a la altura de tu trabajo y que podamos seguir honrándonos con tu colaboración en futuros proyectos.